Para Andrés Casciani, artista plástico argentino, cada imagen es un espasmo de vida. Es que, precisamente, su estilo es poético ya que sus figuras parecen expandirse para integrarse a un espacio infinito. Su multiculturalidad le permite ampliar horizontes para romper etiquetas y así transformar su obra en un hecho estético con lo emocional en el centro de la escena. Sin dudas su estilo ofrece una impronta propia.
“Fragmentaria”, de Andrés Casciani
Obra que refleja ese instante en que las hojas del otoño
se suspenden por unos segundos en el aire.
Ese intento de ampliar horizontes con su obra me recuerda a una antigua prosa que hoy recupero corregida, vivencia púber tan leve como las hojas de Casciani.
HORIZONTE CIRCULAR
Pasé mis primeros años dando tumbos por los baldíos, agazapándome entre ligustros para espiar libélulas o robarle frutas a los vecinos. Tardes de sol en la espalda con lectura de revistas sobre la gramilla de los sueños.
Por mis nueve o diez años comencé a tener espontáneas reacciones en mi zona erógena, en especial al dormir. Esto fue incrementándose hasta que un día, al orinar, sentí algo desconocido, imprevisto: mezclado con la orina emergió un líquido blanco. La sensación fue tan placentera que lo que menos me importó era saber si me había agarrado alguna enfermedad, a nadie quise contarle, a ver si encima se les ocurría curarme.
Entonces yo, que había pasado años enteros jugando a juegos manuales, descubrí recién ahí que tenía manos.
Y así finalizó mi niñez.
A los once años, el horizonte de la vida no es algo recto, su forma es circular: para donde uno mire ve futuro.
Mi casa estaba ubicada en la mitad de una cuadra, al lado vivían unos tíos míos y una prima que tenía un año menos que yo.
No sé por qué, pero lo cierto es que los adultos no ejercían casi ningún tipo de control visual sobre nosotros y así conseguíamos estar solos en cualquier rincón de la casa. Lo cierto es que ante tal libertad, un día le pedí me muestre su parte íntima, a cambio de mostrarle luego la mía.
-Bueno -me dijo y se bajó la bombacha graciosamente-. Lo que vi hizo que me olvide de aquellos juguetes de mi cercana infancia. Eso tan maravilloso que tenía delante de mí, una pequeña raya formada por dos labios verticales y sin un solo pelo fue, categóricamente, mi nuevo impulso de vida. La toqué y surgió un aroma que desconocía, salvaje pero infantil.
Otra delicia fue aquello que percibí al frotar mis dedos en su intimidad. Lógicamente la excitación era algo desconocido para ella y por lo tanto su zona no se humedecía, sequedad que producía un “triki cliki” apenas audible, hechiceramente sonoro.
Nuestros encuentros eran distantes pero tenían constancia.
Habiendo por entonces logrado una plena confianza mutua, le propuse mostrarle mis habilidades manuales.
-A ver -me dijo siempre graciosamente-. Nos sentamos en el piso, muy cerca, frente a frente y comencé a frotarme con cierta destreza ya adquirida. Su rostro pueril cargado de curiosidad y asombro me estimuló lo suficiente para que, sin mucha tardanza, mi púber blancura se derramara. Sin desviar la vista, abrió la boca en asombro y me regaló el universo nuevo de su ¡Ah…!
Con esa exclamación comenzó el final de mi pubertad.
Al siguiente verano llegaron mis trece años y mis padres definieron nuestras vacaciones. Mar del Plata era por entonces la ciudad más hermosa de la costa atlántica argentina, allí fuimos. Llegamos al hotel y, al entrar, dos niñas de unos doce años me miraron, una de ellas con brillo suave en los ojos.
Durante quince días me desayuné en el salón comedor con la mixtura de un café, unas tostadas y una mirada ya anhelante puesta sobre mí. Lo disfruté sin saberlo, sin la conciencia plena de estar ante un sentimiento puro como tal vez jamás volví a recibir.
En días de lluvia los chicos nos juntábamos espontáneamente en la zona de sillones. Ella siempre con su mirada de miel fresca buscando mis ojos, nunca le hablé a pesar de sentir su calidez a corta distancia. Me hacía bien su interés, pero no tuve el impulso de hablarle -jamás entendí por qué no lo hice y sin embargo hoy tanto la recuerdo-.
Hay canciones que atraviesan décadas desde que son creadas, legendarias obras que cada tanto algún cantante mantiene vigente. Por esos días una nueva versión de un tema antiguo sonaba en todas las radios.
Así llegó nuestro último día de vacaciones. Mientras mis padres preparaban las valijas salí de la habitación a esperarlos en los sillones, y ahí estaba ella con su amiga. Al verme llegar comenzó a cantar una breve estrofa de aquella canción que aún a tanto tiempo de distancia resuena en mi alma con vibración cósmica y que, de ser posible llevarse algo al otro mundo, quisiera que ese momento fuera uno de ellos:
-Espera un poco, un poquito más, para llevarte mi felicidad; espera un poco, un poquito más…me moriría si te vas…”
Al volver al barrio sentí que al futuro le faltaba una parte, algo había quedado detrás de mí. Y a lo lejos divisaba sólo una línea recta, el horizonte ya no era circular.
La pubertad, época de sueños, de escuela, de primeros contactos con jóvenes del otro sexo. Un tiempo que al irse deja conflictos casi filosóficos estupendamente descritos por un dúo de músicos argentinos que apenas salían de la pubertad en los inicios de los años 70s. Para quien no hable nuestro idioma, dejo la letra al final.
“Dime quien me lo robó”, Sui Géneris
Autor: Charly García
GRACIAS POR LEER
Amo esa canción . nuestra niñez y juventud pasa tan rápido y ni nos damos cuenta los bellos momentos que perdemos. Te mando un beso.
ResponderEliminarAsí es Citu.
EliminarBeso también para vos.
Hola!.Es lindo imaginarte y verte corriendo por ahí haciendo travesuras propias de esa edad. La inocencia, la sorpresa al descubrir el cuerpo, un tiempo tan confuso desde cualquier punto que se le mire, sin embargo mas alla de lo confuso, también es hermoso ,sobre todo cuando lo recuerdas a través de los años. La habilidad para prender imágenes en mi mente es asombrosa(lo he escrito ya)es tremendamente grato cruzar esa línea entre lectura-lector, se hace ameno, quieres mas y mas lectura.Esta entrada me ha paseado por los baldios de tus recuerdos,la pubertad y su llegada,la pintura me llevo por los colores otoñales y el levitar de las hojas,la musica a alguna parte de mi historia y la de mi hijo,que heredo el gusto musical de la madre.Es una entrada "redondita",nada sobra y nada falta.Felicitaciones!Mis clap-clap se escuchan hasta los Andes,mi agradecimiento por minutos de excelente lectura, ya sabes que soy tu fan numero 1.Solte un hilo con besos para mi bloguero favorito.
ResponderEliminarUh, querida Menta, me pongo colorado, cuanto halago. Estas cosas solo cabe agradecerlas, decir algo es quitarle calidez. Es muy grato saber de esa conexión entre tu lectura y mi escrito, ojalá pueda mantener eso desde mi pluma virtual.
EliminarBesos van demoliendo montañas.
Las experiencias que tenemos cuando somos niños se quedan en nuestra retina de por vida.
ResponderEliminarQué diferente es la intimidad entre un niño y una niña, aunque siempre se ha dicho que las mujeres somos más espabiladas en cuestión de sexo en la infancia cero que el hombre es más adelantado, al menos por mi parte jajaja.
A los doce años no pensaba en nada de eso sinceramente, mis jugos eran la goma de saltar y jugar en la calle a la cuerda.
Es muy bonito como lo cuentas, pues ya se sabe los primos son nuestros primeros amigos, y si fue en tu caso con esa primita tuya os visteis como vuestros cuerpos se aceleraban.
Una bonita y tierna entrada.
La canción es muy linda, y apropiada para esos recuerdos de infancia y pubertad.
Un besote, muy feliz semana.
Campirela, respecto de esas actitudes en la infancia creo que hay de variado tipo. Es cierto que en algún sentido la mujer madura más rápidamente en aspectos sociales aunque tal vez en lo sexual el hombre despierta antes en lo sexual. Pero no lo sé, en mis entornos familiares, de amistad y escolares he visto de todo.
EliminarGracias por tu visita y me alegro que te pareciera apropiada la canción.
Que tengas felices días.
Un beso.
Hola amigo Eukel, ¿cómo estás?
ResponderEliminarEs hermoso tu post, describiste maravillosamente la época de entrada a la adolescencia, una época tan importante e interesante en la vida de cada uno de nosotros.
A esa edad comencé a escribir poemas y me fascinaba cómo mi cuerpo cambiaba a formas femeninas. Todavía recuerdo mi primer beso.
La canción es bonita, tiene una letra interesante y una melodía sencilla.
Conozco un poco el trabajo de Andreas Casciani, lo sigo en Instagram.
¡Te saludo cordial y cordialmente! ¡Abrazos!
Hola amiga, siempre es muy lindo verte por mi blog. Gracias por esos detalles que me dejas de esa época de tu vida, parece que allí estuvo el germen de la JoAnna que hoy vemos en tu blog, con sus poemas y su visión sobre la realidad social y el mundo.
EliminarMe ha sorprendido que desde tierras tan lejanas conozcas el trabajo de Casciani, me alegra eso.
Allí va mi abrazo.
Hermosa tu entrada, de una intimidad y sinceridad apabullante y por supuesto siempre muy bien escrita
ResponderEliminarPaz, hermano lobo
Isaac
Hola Isaac, siempre amable, gracias.
EliminarUn abrazo.
Hola Eukel, hay momentos y eventos en nuestra vida que dejan huella y recordaremos siempre por especiales y únicos. Cuantas vivencias tenemos en esa etapa que no entendemos y no nos atrevemos a mencionar.
ResponderEliminarTu música de hoy me llena la cabeza de recuerdos. Sui Generis fue uno de los grupos favoritos de mi esposo y por el conocí muchas de sus canciones que él me cantaba mientras caminábamos por ahí. Recuerdo especialmente Rasguña las piedras, Necesito alguien, Canción para mi muerte, eran las favoritas.
Un abrazo!
Uf, soñadora amiga, ese dúo dejó mucha huella, a partir de esos temas el rock argentino creció en popularidad, pegaron muy fuerte en los jóvenes de los años 70s.
EliminarGracias por tu visita, abrazos.
Como a este comentarista q me precede me resultó un tanto apabullante este texto tuyo hoy. Cuidas mucho la forma pero abruma un poco el q seas tan explícito , no dejas nada a la imaginación ; ) pero no me hagas ni caso, siempre he sido enfermizamente pudorosa, no es q me sienta especialmente orgullosa de ello, pero es así, agradezco muchísimo la sinceridad en todos los ámbitos y terrenos, menos aquí jajaja Seguramente porque mi infancia fue todo lo contrario a la tuya, de una precocidad asombrosa... : )
ResponderEliminarFíjate, para q veas qué infantil era yo, con 14 años, q es cuando se pasaba del colegio al instituto de secundaria , todas mis amigas me parecía que se habían vuelto estúpidas perdidas de repente, porque todas comenzaban a tontear con niños y no podía comprender cómo preferían hablar todo el día de chicos, en lugar de jugar como siempre habíamos hecho ...Yo no quería crecer y todas ellas querían parecer mayores de lo q eran y eso no me cabía en la cabeza ..Creo q comencé a fijarme en los chicos con 16, antes de esa edad no me interesaron en absoluto, debo decir en mi defensa, q mi mejor amiga de entonces era tremendamente enamoradiza, creo q la vi sufrir taanto, tanto a la pobre, q todo ese mundo tan intenso y atormentado de los amores adolescentes siempre me produjo cierto repelús jajaja al mejor atisbo de q alguien se fija a en mi huía jaja....menos mal q como siempre tuve un mundo interior muy rico viví a ahí tan feliz , casi nunca me enteraba de nada de lo q ocurría a mí alrededor. En fin, gracias por tu naturalidad y perdona que en este terreno no esté a tu altura...Bueno, otro más ; )
Un fuerte abrazo EUKEL!!
María, no se cual es la comentarista que te precede porque el orden de lo que queda pendiente de moderación no es el mismo que ves cuando no están liberados. Pero en ningún comentario he sentido que estén apabullados por mi relato.
EliminarNo puedo escribir "a pedido", escribo como me sale, coherente con mi manera de ser, lamento no poder darte el gusto para que tu imaginación vuele. Quedás avisada: soy explícito.
He notado en varios de tus comentarios que necesitás que los otros publiquen a tu manera, bueno, tengo malas noticias, no somos todos iguales y no todos tenemos las mismas necesidades.
Gracias por ese sabor especial que les das a nuestros debates que son sin fin ya que nunca nos ponemos de acuerdo.
Otro aviso para que te prepares: algún día volveré a publicar ese tango-rock que tanto te molestó aquella vez.
Abrazos.