1
DE MI MANO NACE UNA NEBLINA
Y EN ESPIRAL SE ELEVA POR TU SILUETA.
Ella tenía el pelo ondulado, frondoso como bosque
nocturno, y un mar atardecido en los ojos. Esbelta y proporcionada, con
soberbios hombros de caída en “V” hacia la cintura y buenos pechos sin llegar a
un volumen extremo. Rostro bonito, piernas que inducían indecencias. A sus
veinticinco años tenía todo bueno, hasta los dedos de los pies; por esa época
andaba yo por los veintiocho y trabajaba en mi kiosco, junto a una transitada
avenida y cuando por primera vez la vi pasar por la vereda, rogué que los dioses
me inventaran una historia con ella. Y me la inventaron.
Era la clase de mujer cuya búsqueda de satisfacción
provenía con claridad de aquello que se le presentara favorable a sus
necesidades espirituales o de placer, no pretendía la felicidad del momento,
más bien planeaba el camino y, una vez establecido, disfrutaba plenamente
aquellas paradas de gozo. Una particular virtud suya consistía en delinear la ruta
dándose la libertad de detenerse en el punto de placer que la enriqueciera, y
de allí nadie la desviaba.
2
ME ABRUMA TU INSTINTO QUE ACECHA,
SOY EL TERRITORIO OCUPADO POR TU FIRMEZA
Mi naturaleza, en cambio, tenía vestigios de
aventura. Con fuertes necesidades creativas buscaba primero la felicidad
instantánea para hallar motivación y recién luego planificar rutas; esta
diferencia tarde o temprano generaría una distancia lógica entre nosotros. Pero nos unía
el ahora y al poco tiempo de conocernos nos enredamos.
Tal vez la sedujeron mis fantasías de artista y una
inevitable búsqueda de belleza en todo, cosa que operó sorprendentemente en
ella, lo cual para mi orgullo masculino fue una inyección de vida. Durante ese
tiempo la vi volverse más seductora y atractiva. En una oportunidad una amiga
suya le dijo que estaba cada vez más linda y ella, dándose vuelta me susurró: gracias
a vos. Y mi ego se elevó -quizás lo que buscamos en el amor es eso, que nos
eleven-.
3
COMO NÁUFRAGO NOCTURNO EN TU MISMO VIENTO
ME ABANDONO AL GOCE DE TUS AGUAS.
Mientras el verano avanzaba, se filtraban por la
cancel de su casa largas horas nocturnas que nos encontraban recostados en la
penumbra del zaguán sobre la escalera. Con manos rituales desabotonaba mi
camisa, tanteaba el vello de mi pecho, bajaba luego para acariciarme sin piedad
por sobre la tela del pantalón durante imperecederos minutos mientras me besaba
cuello y boca con deleite: así mataba suavemente a ese pobre tipo en el que me
convertía en cada sesión suya. Una noche, harto de masticarme los codos por su
tardanza en entregarse rogué mi ultimátum de amor.
-Está bien, vos prepará la trastienda, yo llevo la
cena -me respondió con simpleza.
(La noche le daba a la
trastienda su velo de complicidad. En el recinto secreto detrás
de la cortina dormitaba el universo y la manta que contenía la frialdad del
piso era la única ropa blanca que atendía los cuerpos mientras la penumbra nos regalaba sus flores negras. Sabor de aventura
transgresora tenían los furtivos periplos que ella realizaba por las sombras,
durante las pausas de amor; su andar desnudo aturdía mi realidad, me maceraba
su belleza lunar, su piel plateando los mosaicos. No existió un yo en esos
momentos, sólo mis ganas ahí en sus abismos).
La última tarde de verano ofrecía su cielo azulado, algunas hojas temblorosas inquietaban la placidez del momento. Así como en el estío, algo cambiaba lentamente en ella y en mí. Todo final nace al mismo tiempo que el comienzo.
4
SUMERGIDO EN EL RECUERDO, TIEMBLO DESDE VOS
Aquella
primera mañana de otoño dejaba su amarillo empañado en la ventana mientras de
mi café menguante quedaba solo su borra de luna.
Junto al
velador amontoné recuerdos: un gemido perfumado, una manta labrada con la
forma de sus piernas, dos labios en flor y una risa furtiva en el aire
dulce.
Lavé mi
rostro con una quimera, abrigué mis hombros con un tango, saqué de mi bolsillo
un puñado de ganas y me metí en la brisa callejera dejando atrás viejas
muertes.
La idea de que todo regreso es imposible no implica
ninguna novedad: los caminos para volver son fantasmas seductores, tentaciones
con melancolía asegurada. Sé que es imposible, todo cambia, por eso elijo ejercer el aprendizaje de tomar fotografías
del alma, para no olvidar lo vivido. Y la de ella ocupa un lugar privilegiado en mi álbum de
vida.
Tal vez se pregunten con cual tango
abrigué mis hombros esa primera mañana luego del fin de la relación. Con uno
que coincide con algunas palabras que usé durante mi relato… “mientras la penumbra nos regalaba sus
flores negras”. ¿Cómo no abrigarse con la calidez del mejor grupo vocal
que dio la cultura tanguera de mi país?
"Flores negras" por el octeto Buenos Aires 8
Compositor: Francisco De Caro
En Argentina le llamamos “kiosco” al
comercio que la gente de paso tiene para comprar golosinas, cigarrillos y todo
lo necesario del momento. Comparto con ustedes una agradable película argentina llamada, precisamente, "El kiosco". Se encuentra en youtube, pueden verla haciendo clic en la
imagen: