miércoles, 30 de julio de 2025

PROFETA DE UN DÍA

Un licor suave bebido junto al plateado que da la luna a la ventana, me provoca el recuerdo del primero de los tres días que pasamos en ese pueblo de vida lenta -casi dormido a orillas del mar-. Había comenzado con reflejos de sol tempranero, metiéndose por las hendiduras de la celosía hasta lamer con tibieza el borde de la cama.

-¡Buen día amor!- me susurró mientras cruzaba un brazo sobre mi pecho.

No respondí con palabras, la inquietud de una cama al despertar acompañado incita a la fiesta del abrazo, a saludar la mañana con los deseos por desayuno. Profeta de un día, anuncié con besos el comienzo de una jornada exquisita.

1

Ducharnos juntos fue consecuencia de un impulso telepático. Las gotas de agua tibia nos encontraron, al caer, descontrolados sobre el piso.

La realidad suele ser difusa, pero bajo algunas circunstancias emocionales, simplemente no existe. El piso ya tibio, el repiqueteo del agua sobre los cuerpos y los gestos estrechaban el todo en lo uno.

Vi su mirada dirigida al infinito. Percibí su cuerpo en vibración, como si un espíritu invicto se despertara entre sus piernas. Y en lo que me quedaba de conciencia me descubrí en los arrabales de la galaxia, mi cuerpo se paralizó, tal vez ante la orden instintiva de invocar en un único espasmo todo el goce posible. Ella y yo, allí en ese piso, convertimos la ternura en lava y, al volver a la conciencia, en remanso.

2

Frente al mar el mundo se ve distinto; el mundo interior digo, aquel que convierte lo real en visiones del más allá. Olas en espuma, la sirena de un barco, el muelle que como fantasma se posa sobre las aguas… todo permite modelar la fantasía y transformar cualquier objeto en una herramienta de otra aventura, de otro legado, de otra pasión.

Así volaba mi mente mientras ella, con la mayor simpleza, se descalzaba para sentir la arena y, al ver mi atención concentrada allí, sus pies me regalaron un pequeño paso de tango. El tiempo se deslizó dorado, grano a grano, hasta enredarse en cada poro de su piel.

3

Volvimos. Ella me sorprendió con nueva ropa, elegante y sensual; sus pies, ya no desnudos, lucían unos provocadores zapatos con taco de punta.

-Estoy lista- dijo. Y salimos.

Hay un ritmo natural en las relaciones amorosas que se desplaza con armonía entre lo pasional y lo simple. El hotel estaba ubicado en un primer piso; debajo y junto a su entrada un bar; allí fuimos por unas copas, música suave, cómodo sillón. Duró poco la comodidad, el apuro del amor nos obligó a retomar el camino inverso. Al abrir una vez más la puerta del cuarto, ocupó mis ojos un reflejo; así como al amanecer fue el sol, en ese momento era luz de luna la que se filtraba por las hendiduras de la celosía.

Ella era espontánea, vital, su manera de ser le otorgaba cierta creatividad para lo erótico. La vi desnudarse, sentarse en la cama tan sólo con los zapatos puestos; su sonrisa inducía el futuro inmediato. El reflejo de luna se parecía al de sus ojos.

4

Medianoche. Contra la ventana que ofrecía aquel paisaje entre urbano y marino, y con su silueta blanca de sábanas a mi lado, mi mente se posó en ese final de día perfecto y vibró no por lo pasional ni por lo sexual, sino por algo más definido: 

lo que me regalaron sus pies

en aquel momento que se deslizó dorado,

grano a grano,

hasta quedar fijo en mi recuerdo

ese espacio de su piel desnuda,

cuando ella notó que mis ojos

cayeron arremolinados

para atrapar con mirada indigente

la fortuna del pequeño baile

que supo verter desde los tobillos

hacia la postrera magia de sus dedos.

Así reflejada en tango quedó,

como furtiva luz de una luciérnaga,

para destronar de milenios mi ceguera

y establecer el dulzor del recuerdo amable

en el brillo quieto de los bordes

de esta copa vacía

que ahora vuelvo a llenar.

Y a beber.

He usado como metáfora gestos de los pies de la mujer en la danza del tango como metáfora de un instante revelador y emocional, capaz de iluminar hasta despertar sentimientos profundos. El Tango es capaz de capturar lo efímero, sutil, delicado y puede hacerse luz en un instante breve pero intenso de revelación o conciencia. A los bailarines de tango hay que observarlos precisamente en los pies:

Bailan: Roxana Suárez y Sebastián Achával 

"Fueron tres años" Música y letra: Juan Pablo Marín 

Orquesta: Héctor Varela, Canta: Argentino Ledesma 

 

Roberto Volta es un pintor argentino cuyas obras se destacan por la imaginería onírica con composiciones que desafían lo convencional y lo figurativo. Sabe plasmar escenarios y figuras que escapan de la realidad cotidiana. Entre sus creaciones se destaca la serie "Tango onírico y tradicional", aquí algunas de ellas:






GRACIAS POR LEER, VER Y ESCUCHAR

viernes, 11 de julio de 2025

VEREDAS LEJANAS

Al bajar del coche dirigí la vista hacia la puerta de entrada y vi que venía hacia mí -inquieta y sonriente- una chica de larga vestimenta rosa, propia de la fiesta en cuestión, tacos bajos, graciosa y sensual en el marco de una bien delineada redondez física: un bombón rosado. Me abrazó con fuerza y mirándome a los ojos me nombró. Pero ¿quién es?, pensé.

1

Éramos cuatro amigos de la infancia, se casaba uno, otro pasó a buscarme con su coche para ir al salón y allí nos esperaba el cuarto, todos conocidos de esa época infantil y pre adolescente.

Aquellos años habían sido dulces y cálidos, con juegos elementales y sol en la espalda, días lentos que derivaron en una ingenua pubertad propia de esas décadas, todos viviendo dentro de una distancia de no más de cincuenta metros.

A veces veíamos a lo lejos -casi como si fuera otro barrio- un grupo de chicas, sin identificarlas, sin acercarnos. Apenas tres o cuatro de ellas se juntaban allá en otras veredas para pasear su tierna picardía compartiendo helados o chocolates. A ninguna conocí personalmente, era solo verlas de lejos y no más que eso; caras lejanas sin rostro definido.

2 

Pero vuelvo al momento en que -luego de perderla de vista- entramos al salón. Con gran abrazo me recibió el recién casado, luego su hermana y mi otro amigo. Lo convencional: sentados en una misma mesa comenzamos a compartir la comida, los brindis y las risas. Poco después todo el mundo desparramado o en trencito, nada novedoso. Me había quedado charlando con quien estaba a mi derecha, y percibo que alguien se sienta en la silla vacía de mi izquierda. Ella nuevamente, con dos copas en la mano.

-No te acordás para nada de mí ¿no? Se te nota en la cara. Soy una de aquellas chicas de nuestro barrio de la infancia.

Poco después de mi pubertad, una mudanza me había llevado a otro sitio, distante. Mantuve contacto con uno de mis amigos y muy de vez en cuando con los otros. Pero de aquel grupo de chicas… tan sólo una imagen como en neblina. No recordaba para nada quien era ella.

Sin darme tiempo a reaccionar, luego de servir champán en las copas y ofrecerme una, me dijo:

-Brindemos por nosotros.

Y lo selló con un beso en la mejilla.

Sin saber cómo reaccionar, me di vuelta hacia mi amigo quien, con burlona sonrisa, me susurró: "esta mina desde la infancia está caliente con vos".

3 

Más de una hora en la puerta de un bar. ¿Puede ser que un hombre espere tanto a una mujer sin irse luego de, como mucho, veinte minutos? Si, acá está escribiendo el paciente personaje.

Al despedirnos la noche anterior ella había deslizado por uno de mis bolsillos un papel con su número telefónico. Al otro día la llamé y quedamos para esa tarde en encontramos ahí, en la puerta de ese bar al que yo adornaba como estatua desde hacía tanto. Pero llegó.

Su cuerpo al caminar era decidido, pero tenso, esta vez vestía pantalón y remera bastante ajustada. Estaba buena, robusta y bajita, pero bien formada. Entramos.

La charla fue obvia, la infancia, el barrio, los vecinos. Ella conocía y recordaba el nombre de todos nosotros. Yo el de ninguna de aquellas, las de veredas lejanas.

Sentados muy cerca el uno del otro charlamos como dos horas y el beso en los labios llegó naturalmente. Como por suerte cada mujer es un universo aparte quedé sorprendido una vez más: mientras nos besábamos rozó mi cara con la misma mano que al instante deslizó en rápido descenso por mi pecho para detenerse unos segundos en la zona secreta.

-No entendí el final de la película -le dije-, ¿me la contás de nuevo?

Y lo repitió.

4 

Los últimos reflejos del día se metieron por la persiana de mi cuarto. Sobre la cama nuestros cuerpos agitando amores, nuevos por un lado, viejos por el otro. Por encima de mí, a un aliento de distancia, surgieron triunfales sus palabras:

-Estoy haciendo el amor con mi amor imposible.

¿Cómo no recordarla agradecido por eso tan único que me hizo sentir?

Casi al amanecer, sin haber dormido, ella se incorporó y desnuda se puso a recorrer el cuarto mirándolo todo. Deslizaba en cisne sus pies por el piso de madera con las manos cruzadas por detrás. Cada cuadro, cada mueble, cada detalle decorativo era observado como para no olvidarlo.

Nos vestimos, la acompañé hasta su casa.

5 

Regresé taconeando por las baldosas del estío de mi segundo barrio. Pero mi mente esa madrugada estaba más allá, en otras veredas, intentando repasar viejos rostros olvidados. Fue inútil, las caras infantiles de aquellas niñas lejanas no venían a mí. Viví un tiempo más ese amor nuevo con toques de nostalgia por lo antiguo, pero el grato café bebido en el momento justo pronto pierde sabor. La pasión suele acabar.

Podría decirse que fue atrevida, o que su actitud fue procaz, pero sería un error. Llegué a conocerla lo suficiente como para otorgarle el adjetivo justo: valiente. No dejó de soñar con lo que deseó desde pequeña y cuando tuvo la oportunidad no la dejó escapar, es valiente quien hace lo que siente a pesar de sus temores.

La sensación que hoy tengo es extraña, fue un amor de barrio... y no lo supe.

 

Para ella fue un amor de largo tiempo, para mí uno con la velocidad del rayo. Y hablando de amores rápidos comparto un poco de humor con una tira de Caloi, el gran historietista argentino.

 

Quien sabe qué es lo que ella hablaba de mí en las veredas durante su pubertad; los amores de juventud ofrecen una variedad de sabor único. Existe una canción que habla de rosas robadas en los jardines, de margaritas deshojadas, de estudiantiles charlas secretas, de amores no aceptados por la sociedad.

“Amor de juventud”, Pedro Aznar

 

Letra de la canción:

Él roba rosas por jardines de su barrio
La siesta es cómplice total… y siempre hay alguien que lo ve
Y ríe sin querer volviéndose en el tiempo.

Ella deshoja margaritas en su cuarto
Anoche lo trató tan mal… y siempre vuelve a aparecer
Con ese no sé qué que deja sin aliento.

Amor de juventud
Sus brazos por primera vez
Amor de juventud
Un beso y es el infinito
Amor de juventud.

Ellas se encuentran a estudiar desde temprano
No hay quien las pueda separar... y alguna tarde hay algo más
Una magia sensual que corre por los cuerpos.

Él busca formas de decirle que lo ama
No sabe por dónde empezar… le lee poemas sin parar
Se quiere cerciorar de que él siente lo mismo.

Amor de juventud, sus brazos por primera vez
Amor de juventud, un beso y es el infinito.

Amor de juventud.

GRACIAS POR TU VISITA