miércoles, 27 de noviembre de 2024

ESE LADO SALVAJE

Afuera luna menguante. Aquí, junto a la ventana, me dispongo a escribir una carta manuscrita, costumbre a la antigua que mantengo con amigas lejanas. Tinta, papel y un café que dibuja nubes de delicado vapor en el vidrio. Percibo en esta endulzada taza de negro líquido la tinta justa para cargar mi mente de palabras amables y bien dispuestas para su viaje, en el que deberán atravesar montañas y mares desde aquí hasta otras manos en rincones lejanos.

Pero algo se instala en mi mente y abandono por un momento la tarea para abrirle la puerta a sensaciones muy precisas. Y claro, tienen que ver con el recuerdo, sí, porque el olvido es una tonta excusa para hacer de cuenta que algo no pasó.

Lo confieso: gusto de la mujer simple, común; la que solo acepta sexo con su pareja, la que tiene cosas por descubrir y las va descubriendo en su relación de amor. ¿Existe algo más intenso que provocar orgasmos en la mujer que se ama? Para un hombre ¿hay algo más hermoso que estimular el primer orgasmo de una mujer? Si, ya sé, hablo por mí.

En la vida pasional hay un momento en el que surge el espíritu salvaje que late dentro de una mujer, es ahí cuando aflora ella misma en todo su esplendor. Pero para que eso ocurra es necesario que encuentre a la persona indicada, para muchos hombres se trata de un momento cumbre: cuando ella descubre su fuego interior junto a él. Así surge ese otro lado del amor femenino, que se oculta tras los rostros cotidianos, que surge en la intimidad con la fuerza de un volcán. Y cuando se manifiesta se parece más a la locura que a cualquier otra cosa. No siempre surge ese despertar, claro, por inhibición o por no encontrar la persona que motive lo suficiente. Pero al momento en el que sucede lo considero de una belleza superior.

No nos equivocamos cuando decimos que la mujer es lo más hermoso que existe; pero cada una es un universo distinto, con sus ánimos cambiantes, con su romanticismo particular y su pasión de aspectos propios y únicos. La misma mujer que mira el ocaso con ojos extasiados, que huele una flor. La misma que con ternura cocina para sus seres queridos, que baila descalza sobre la arena. La misma que proyecta sueños, que se emociona con un simple acto de afecto, que acaricia a un bebé... es la misma que al límite de su éxtasis llega a exclamar: haceme lo que quieras...

Tuve la suerte de ser el receptor de exclamaciones similares con algunas de mis parejas. Puede que esa actitud haya sido favorecida por el hecho de que deseaban intensamente tener la experiencia de un primer orgasmo y, posteriormente, comenzar a vivir con intensidad lo sexual (bajo similar circunstancia otras mujeres, que también delinearon mi historia, mantuvieron siempre su cortedad; no hago diferencias entre unas y otras, todas han sido maravillosas para mí). Pasaron de la vergüenza al ardor intenso, gritando en mi cara palabras de alta gama erótica, convirtiéndose en lobas capaces de todo, de liberarse al extremo entre cuatro paredes. Es el instinto que se abre cuando se sienten contenidas, comprendidas, amadas. Y aquí haré mención más detallada sobre ese lado, salvaje e inexplicable -que por suerte existe-.

No me sumo a los hombres que se molestan por no entender a las mujeres; porque aquello que es inexplicable en ellas es al mismo tiempo maravilloso. Hay que disfrutarlo así, son picos de belleza. Confieso que me he sentido tentado por dar ejemplos concretos, pero aun cuando las protagonistas de estas historias que he relatado están protegidas por el anonimato, contar ciertos detalles de erotismo extremo es exponerlos a la luz para que pierdan color, es preferible que queden en la oscuridad de su arcón secreto. Sólo ofreceré fragmentos de un escrito que alguna vez me dedicaron, cuyo texto completo es una furiosa y cautivante prosa poética: "... quiero hacer lo que sea para satisfacerte, que me desees de forma animal... darte mis instintos y que crezcas, que todo esto te genere poder para dominarme. Que te quede bien en claro que soy tu puta".

Si bien sexo y amor para muchos va por distinto camino, destaco la maravilla de estos impulsos cuando provienen de un intenso afecto (al menos así lo siento, que nadie crea que todos los hombres valoramos lo mismo). Soy redundante: hago referencia a un tema puntual, a ese momento único en el que una mujer descubre su yo salvaje con quien está a su lado.

Hay un punto cumbre al momento del recuerdo. Luego se va disolviendo, como la noche en el día. Observo la oscuridad intensa y a lo lejos la fina línea de un mañana. ¿Y si resulta que las estrellas nacieron una a una con cada gemido de mujer a lo largo de los milenios? Deliro pero me gusta la idea. Y si se me dan las ganas, me lo creo.

Mi pocillo de café ya está vacío. Me dispongo a continuar con la carta a medio empezar mientras dejo por ahora guardado este escrito que, a pesar de desnudarme mentalmente, tal vez publique algún día.

Y ya que de pasión se trata no se pierdan la incomparable interpretación de esta morocha argentina. Un tango canción que no habla de nostalgias, de tristezas, de dramas, sino de ese amor que arrasa con todo. Para quienes no hablen nuestro idioma, dejo abajo de todo la letra.

“Cualquiera de estas noches”, por Sandra Luna

Música: Virgilio Expósito, letra: Eladia Blázquez

Para ser pasional hay que poseer energía, fuerza. La fuerza del artista plástico argentino Ricardo Carpani puede comprobarse en su serie “Martín Fierro”, personaje inmortal del escritor José Hernández. De estilo expresionista sus pinturas de vibrante fuerza expresiva son muestra clara de su simpatía por las causas sociales con un acento decididamente sudamericano. En esta obra se destaca un monumental concepto estético de las formas.


Letra de "Cualquier de estas noches"

¿Cómo fue?... ¿pero cómo fue?...
¿Cómo estoy de pie? Sin temblar...
¿Qué pasó?... No nos vimos más...
Mi reloj se ha detenido en la muñeca.
¿Dónde estás? ¿Dónde está tu ardor,
tu cariño en flor?... ¿Dónde está?...
Vuelve a mí, que no hay bien mayor,
¡Que vivir un gran amor!
Cualquiera de estas noches voy a entrar por tu balcón...
¡Para saquearte el alma y robar tu corazón!
Sin puertas ni ventanas tu ternura y mi ansiedad,
tus ganas y mis ganas ¡con qué ganas se amarán!
Cualquiera de estas noches con los besos sin usar,
le contaré a tu boca cuanto amor le quiero dar...
Cualquiera de estas noches voy a entrar por tu balcón
¡Para saquearte el alma y morirme de pasión!

Sé muy bien... Te conozco bien,
que no existe quien. Sólo yo...
Pero igual, sos tan especial
morirías por mostrar que ya no existo.
Pero ven... que a mi loca sed
no se dice "fue"... sin sufrir.
Vuelve a mí, que no hay bien mayor
¡Que vivir un gran amor!

...

 GRACIAS POR LEER

martes, 12 de noviembre de 2024

EL TERCER VERANO

Abajo y al fondo el río parecía bostezar una siesta marrón. Por encima las nubes semejaban un jaguar dormido y una larga escalinata serpenteaba desde donde estábamos hasta la calle que, entre casas floridas, conducía al terreno baldío acomodado en la orilla.

Plácida se ofrecía la tarde, desde lo alto la contemplaba con ella a mi lado mientras mis dedos retozaban en su líquida intimidad. Algunos reflejos iluminaban su cara, adoraba esos gestos de mujer perdida en el más allá del placer; la tocaba como quien se regocija con el tesoro encontrado luego de navegar por la nada intentando conquistarla durante más de dos años.

Pero debo retroceder en el tiempo, a contramano del río que -aunque engañe con su siesta- no tiene pausas en su camino hacia el mar.

La conocí un invierno, su presencia en mis pensamientos resultó insoportable, no podía pensar en nadie más; cada vez que dejábamos esos encuentros grupales en aquel bar, las veredas prometían para mí un recorrido fatigoso y amargo. Otro camino, el de su mirada estrellada aunque distante, arribaba a mí de la misma forma que el río deriva en el mar, suave pero con humano mensaje: no.

Un verano. Un invierno. Otro verano... círculos infinitos de la vida. En continua soledad me sumergía en los bares a leer, los libros mi refugio, café y más café. Al salir me entregaba a la boca de la noche como quien se entrega a un depredador, el tiempo lo era. Meses por delante me esperaban con dientes afilados.

Y ella, impenetrable.

 

Con el acto de observar a la mujer convive un misterio. Ella determina, con autoridad natural, quien merece asistir a la revelación pretendida, a los secretos de su cuerpo.

La cultura desarrolló fantasías, pienso en ese ser mitológico al que llamamos sirena. Que en lugar de piernas tenga cola de pez tal vez simbolice el secreto de lo oculto y de lo impenetrable -la mitología funciona así-. Este es el tema central: hay algo que sólo es posible ver si ella, ahora hablando de la mujer, lo permite.

La naturaleza ha depositado en las mujeres aquello que hace imposible no mirarlas. Vestidas embriagan, semidesnudas ni hablar, desnuda definitivamente. Pero si la ropa de la mujer esconde maravillas, también su desnudez lo hace con aquello que aparece sólo cuando decide - ofrece - quiere - desea - acepta… abrir sus piernas. Las sirenas simbolizan lo más oculto de la mujer -ajeno a lo que pueda argumentar la mitología, lo imagino así y se me antoja creerlo-.

Para algunos hombres determinada mujer es ciertamente una sirena: les resulta impenetrable desde el traumático momento del rechazo. En cambio otros con viento a favor logran asistir a la transformación de una sirena en mujer, así me pasó con ella, se presentó sirena y, tras un retraso de tiempo insoportable, ante mis ojos mutó en mujer.

 

Durante otro invierno aun teniendo compañía -no obstante cálida y fogosa- me sentí torpe para sacarme de encima la carga maldita de su presencia fantasmal. Y con la llegada de un tercer verano decidí dar fin a esa obsesión llamándola por pura tenacidad inútil, para demostrarme a mí mismo que hay cosas que no pueden ser. Como estatua viviente me quedé escuchando sus palabras, en principio sorprendentes, finalmente adorables: aceptó un encuentro.

El verano iba. Las lunas se metían por el balcón del cuarto piso que ella habitaba, con su plateado máximo y una exquisita redondez -que hacía juego con la redondez que mis manos adoraban al final de su cintura-. Los pocos sonidos urbanos de las trasnoches se mezclaban con los gemidos fugados por el balcón, mientras la fémina calidez del aliento suyo competía con el estío.

Luego un tiempo diferente al de las tristezas. Los soles de sus tardes se confundían con la agitación de esa mujer encendida. No dejaba de sorprenderme su entusiasmo con alguien a quien había rechazado durante tanto tiempo. Cada mes que pasaba ya no se asemejaba al depredador aquel, ni ella era la indiferente mujer de mirada negativa, no, era la amante que se agitaba sobre mi pecho al amasarme las ganas y convertir mis afanes en desayunos.

Para observar los paisajes urbanos de mi ciudad natal me bastaba con ver su cuerpo frente a mí, tendido a lo largo de la sábana como aquella escalinata, con su boca en mi ego y su espalda de ondulante alga. Oler el jardín de su pelo y recorrerla con mis ojos hasta el final de sus pies con dedos como pétalos florando al vacío, era una gloria chiquita para el universo, pero inmensa para mí.

El verano y luego el otoño pasaron por su cama, el final no importa.

Esta ciudad, con su marea de gente, se parece al mar. Con los ríos humanos huyendo en busca de aguas superiores. Con islas de momento en las que los placeres también transcurren.

Y con sus sirenas (he conocido una).

 

Esta prosa presenta un tema central que gira en torno a la complejidad de las relaciones amorosas y el deseo, al menos en esa relación mía así ocurrió, lo asumo. Esa complejidad evoca sentimientos de aislamiento, como muestra la letra de esta canción que contiene un choque entre el deseo de conexión y la necesidad de separación.

“Un millón de años luz”, por Soda Stéreo

Autor: Gustavo Cerati


Y si hablamos de “luz”, uno de los artistas argentinos con más luminosidad en su pintura fue Xul Solar, quien utilizaba una técnica que le permitía superponer elementos y crear una armonía visual que resalta la luz en sus composiciones.

Pintura de Xul Solar

Para él los triángulos son un puente hacia lo divino

Sus pinturas parecen simples, pero tienen todo un trasfondo filosófico, esotérico y cosmológico, por algo lo llamaron "el artista genio". En algunos de sus cuadros aparecen triángulos con caras; para él los triángulos son más que simples figuras, representan el equilibrio entre cuerpo, mente y alma, son una conexión entre lo terrenal y lo celestial. En su pintura cada forma tiene un propósito, son un recordatorio para buscar ese lugar en el universo al que por instinto aspiramos, las formas geométricas son caminos hacia la comprensión.

GRACIAS POR LEER

domingo, 3 de noviembre de 2024

PIEL DE LUNAS

Esta fotografía nos muestra la mínima distancia posible establecida por el deseo. Pertenece a uno de los mejores artistas argentinos del género, Pedro Luis Raota, quien supo crear imágenes allí donde los demás sólo veían sombras. Ganador de innumerables premios internacionales fue considerado en su momento uno de los diez mejores fotógrafos del planeta.

Pero existe otro lado de la distancia, la lejanía. Las cartas manuscritas de alguna manera la vencen.

Mayo de mis ganas,

de mi barrio al tuyo.

Flaquita:

Con esta tinta y este papel cumplo tu deseo de llegar a vos para conocer de mí lo poco que te queda por conocer: mi letra, hija de mis manos -esas que te gustan no sólo sobre tus zonas, también en los gestos que sobre la mesa de los bares se me da por delinear cuando te cuento mis aventuras por los mares de la mente-.

Sin embargo, algo de mi manera de escribir advertiste ya en tu cuerpo, esa tarde desnuda de sol, en la penumbra de nuestra habitación ocasional, cuando te pedía que adivines los mensajes que sobre tu espalda dibujaba con mi dedo. Digo esto y se me encumbran los anhelos, te pido volvamos pronto a delinear nuestra personal literatura; escribir es como si volviera a tocarte.

Mi recuerdo de la noche de ayer es un bosque denso, fragante; me arrastraste hacia esa bella perdición que resultan los pliegues de tu profundidad y gocé de mi segunda y salobre vida. Tu desliz lento por la vaga blancura de las sábanas elevó los aparejos de mi nave. Y sentí que poner rumbo hacia tu mar interior, era una orden suprema.

Nunca serán exagerados mis elogios. Llegué desde mi noche hasta el alba de tu juventud, con el cuerpo lleno de cicatrices que supiste suturar a puro beso delicado. Tu lozanía es el remedio justo para mi madurez. ¿Con el plateado de cuantas lunas inventaron tu piel? ¿Bajo qué combinación de planetas y con cuál secreta chispa de los astros fue creada tu silueta?

La distancia que existe entre tus besos y los míos es la misma que hay de los míos a los tuyos. Y si algún físico intenta negarlo le tiraremos con algunas manzanas (Newton comprenderá). Viene esto del eco de la sensación que ayer mismo tuve al momento en que, desde cada lado de la mesa, nuestras miradas tenían la profundidad de lo ancestral, en su encuentro habitaban mil hombres y mil mujeres que se amaron antecediéndonos. Y ahí decidimos homenajearlos en una cama.

Para algo me sirvió todo lo leído, he sentido elevarme sobre las baldosas al confesarme que te sedujo de mí esta forma de expresarme, como aquella primera cita: -“lo que yo necesito es alguien que me hable como vos”- y te ruborizaste. Fueron tus ojos los que prometieron otro ritual, otra entrega, ya que tu mirada fue una primera entrega, un primer ritual. Y así ocurrió el sublime acto de tu apertura al recibir mis ganas.

Flaquita mía, sabés cumplir mis deseos y te entregás con dulce impiedad.

Me diste vida, aquí y aquí.

Con amor,

siempre yo, el mismo.

Mi carta fue sólo un acto de amor. Pero si la distancia es grande suele derivar en vacíos imposibles de llenar: allí es cuando aparece eso tan bien reflejado en este tango, la nostalgia, que es enorme cuando se trata de una ruptura de amor.

“Nostalgias”

Canta: Melisa Fernández / Piano: José Corchete

Música: Juan Carlos Cobián / Letra: Enrique Cadícamo

Comparto la letra para quienes no hablan nuestro idioma:

 

Quiero emborrachar mi corazón para apagar un loco amor
Que más que amor es un sufrir.

Y aquí vengo para eso a borrar antiguos besos
En los besos de otras bocas.

Si su amor fue flor de un día
¿Porqué causa es siempre mía esa cruel preocupación?

Quiero por los dos mi copa alzar para olvidar mi obstinación
Y más la vuelvo a recordar.

Nostalgias de escuchar su risa loca y sentir junto a mi boca
Como un fuego su respiración.

Angustia de sentirme abandonado y pensar que otro a su lado
Pronto, pronto le hablará de amor.

¡Hermano! Yo no quiero rebajarme ni pedirle, ni llorarle
Ni decirle que no puedo más vivir.

Desde mi triste soledad veré caer las rosas muertas
De mi juventud.

Gime, bandoneón, tu tango gris quizás a ti te hiera igual
Algún amor sentimental.

Llora mi alma de fantoche solo y triste en esta noche
Noche negra y sin estrellas.

Si las copas traen consuelos aquí estoy con mis desvelos
Para ahogarlos de una vez.

Quiero emborrachar mi corazón para después poder brindar
Por los fracasos del amor.

 

GRACIAS POR LEER Y ESCUCHAR